"La pérdida de un ser querido" es un tema quizás poco tratado en la Literatura Infantil y Juvenil. En principio, se trata de un terreno escurridizo, poco propicio para la aventura y, mucho menos, para la fantasía.
¿Cómo desarrollar una historia de ese tipo, sin caer fácilmente en lo sentimental?
Cuando todavía era un escritor inexperto, sin ninguna obra publicada, se me ocurrió escribir una novela sobre la muerte y el más allá.
La protagonista del libro se llamaba Cecilia y buscaba sin descanso un águila, que había aparecido de forma misteriosa en su ciudad. Ella no sabía que ese pájaro era un mensaje o símbolo de su tío, que se encontraba muy enfermo, y que le iba a indicar el camino para desplegar las alas y remontar el vuelo.
La novela, a pesar de estar publicada en 2008, se sigue leyendo en los colegios e institutos. El mes pasado dos lectoras infantiles me han dicho, de forma espontánea, el mismo piropo: que es un libro muy bonito. Me llené de orgullo.
Y tienen razón.
Puede que haya escrito libros técnicamente mejores o más elaborados o más difundidos, pero ninguno tan emotivo y hermoso como el primero que publiqué: Donde vuelan las águilas.
La festividad de Todos los Santos es un día muy apropiado para acordarse de él.