martes, 26 de abril de 2011

DE LIBROS Y BLOGUEROS


Escribo en un blog, pero no me considero un bloguero. Para mí no es una profesión, ni un medio para alcanzar la fama.
Escribir en un blog se parece mucho a hacerlo en un cuaderno de espiral, en silencio, casi de forma clandestina. 
Escribir en un blog es solo un entretenimiento, un pasatiempo literario, una manera de hacer ejercicio con las palabras.
Sin embargo, los blogueros profesionales tienen cada vez más prestigio en nuestra sociedad digitalizada. Algunos de ellos, como  el caso emblemático de "Anika entre libros", son más famosos y conocidos que muchos escritores. Poseen cientos de seguidores, lista de espera en sus redes sociales e incluso organizan eventos literarios, con el beneplácito de libreros y de las editoriales.
Quizás su valor radique en su brutal sinceridad y cercanía. Dicen lo que piensan con libertad y a cara descubierta. No les importa la forma de su mensaje, sino comunicar a toda costa, por encima de todo.
En definitiva, son los nuevos críticos, los nuevos amos, los nuevos "gurús" del mundo literario. No conviene mucho enemistarse con ellos.

miércoles, 20 de abril de 2011

EL ARRANQUE

Hace ya casi un mes, os comenté que estaba acabando mi última novela. Estaba ambientada en la costa gallega y tenía el mar del contrabando como fondo.
Durante estos días, he estado revisando el libro. Ya he recibido los primeros comentarios y críticas de amigos, por lo que sigo trabajando en ella, intentando mejorarla.
Cada opinión, te lleva a replantearte muchos aspectos de la novela.Eso es bueno y doloroso a la vez.
Hay cosas que se pueden cambiar,por supuesto; pero otras inevitablemente, no.

Os dejo el primer capítulo. A ver qué os parece:


                                              
                              1

            Desde lo más alto de la duna, Marco vio unas luces extrañas que brillaban en el mar.
            Eran unas luminarias blancas y misteriosas, que daban vueltas en círculo, cerca de la Peñota, la isla situada a la entrada de la ría. De forma caprichosa, se apagaban y se encendían debajo del agua, creando una atmósfera sobrecogedora.
            Para observarlas de cerca, el muchacho bajó la pendiente de la duna, hundiendo las piernas hasta la rodilla en la arena. Luego atravesó a la carrera  la playa y se dirigió deprisa hacia el mar. Cuando llegó a la orilla, las luces resplandecían con más viveza. A pesar de estar amaneciendo y que llovía, su fulgor era intenso y enigmático.
            ¿Qué sería aquello?... Nunca había visto nada parecido.
            La visión duró solo unos minutos. Luego las luces se fueron debilitando, mientras se sumergían lentamente en el fondo. Parecía que un barco fantasma, quizás procedente de un naufragio, surcaba las profundidades del mar.
            De súbito, las luminarias desaparecieron por completo. Nada brillaba ya en la superficie. Una sombra gris cruzó la playa y todo volvió a ser corriente, sin magia, demasiado vulgar.
Justo en ese momento, se escuchó el sonido de un motor que rugía a lo lejos. Un barco pesquero, seguido de una nube de gaviotas, estaba entrando en las frías aguas de la bahía.
Marco se frotó los ojos con los puños, intentando recuperar la visión de las luces maravillosas, pero fue incapaz de recuperarlas.  Sintió una profunda desilusión. Aquellas luminarias mágicas, que le habían sobrecogido tanto, parecían malogradas para siempre.
El barco pesquero se detuvo en mitad de la ensenada, esperando quizás alguna orden procedente de la costa. Era una embarcación modesta, muy cargada a proa y a popa, con bultos cubiertos por redes y otros aparejos de pesca.  Mecido por las olas, parecía una gigantesca ballena varada en el mar.
Desde la punta del faro, alguien hizo señales de Morse con una linterna. A pesar de que estaba lloviznando, los fogonazos cruzaron la bahía de punta a punta igual que rápidos disparos. Al poco rato, desde la embarcación, respondieron con otra señal luminosa.
Desde la playa, Marco observaba absorto la escena, intentando descifrar todo lo que presenciaba como un detective.
 En la cubierta del barco, varios hombres comenzaron a trabajar duro, retirando el camuflaje y arrastrando cajas de cartón de un lado para otro. Otros, en cambio, empezaron a descolgar un bulto bastante grande y pesado por la popa.
¿Quiénes serían? ¿Por qué no se esperaban para descargar en el puerto como el resto de los barcos?
Empujado por la curiosidad, el muchacho se subió a unas rocas que descollaban unos metros sobre las aguas. Quería contemplar mejor lo que ocurría en el mar, camuflado entre las piedras.
Esa mañana las aguas tenían un color semejante al acero. La isla que cerraban la ancha ría apenas se distinguía en el horizonte, borrada por la neblina.
Fue al dirigir de nuevo la mirada hacia las dunas, cuando descubrió por sorpresa al hombre. Al principio creyó que se trataba de una roca o de una escultura hecha con piedras, pero pronto se dio cuenta de su error.
Lo que vio era un anciano de barba larga y con un bastón en la mano, subido a lo más alto de una montaña de arena. Llevaba una gorra de marinero, un abrigo raído y un ancho pañuelo anudado en el cuello. Tenía aspecto de un viejo lobo de mar. Apenas se movía del sitio y tenía la vista clavada en las aguas, vigilando los movimientos de los barcos que entraban y salían de la bahía.
Marco no sabía de dónde había surgido aquel anciano. Quizás llevara allí mucho tiempo, pero él no lo había descubierto hasta ese momento. Envuelto por las nubes, parecía un ser fantasmal, venido de otra época, surgido quizás  de las páginas de una novela.
Pero eso era imposible. Una tontería que se le había ocurrido, mientras las luces del amanecer se fundían con las sombras de la noche. Lo que estaba viendo era un hombre de carne y hueso, tan verdadero como la fina lluvia que le estaba empapando la camisa.
Además, se estaba haciendo tarde y tenía que regresar a casa. Si su madre le viera así, mojándose bajo la llovizna, seguro que le caía una buena bronca por dejarse calar hasta los huesos.
Fue entonces, mientras estaba a punto de iniciar el regreso, cuando apareció la lancha, brincando sobre las olas como un caballo de agua. Había partido del barco fondeado en la bahía y se dirigía a toda velocidad hacia las casas abandonadas que había cerca del faro.
Aquella maniobra era bastante sospechosa. No era una humilde barca de pescadores, ni tampoco una embarcación de recreo. Además, iba demasiado deprisa. Por lo menos, a 150 Km por hora.
De forma intuitiva,  Marco miró de nuevo hacia las dunas de arena.  El anciano del bastón ya no estaba allí y las gaviotas habían levantado el vuelo, asustadas por el motor de la barca.
¿Qué estaba pasando? ¿Qué demonios hacía la lancha dirigiéndose hacia la costa? ¿Quién le estaría esperando?
Marco sintió un profundo escalofrío, que le erizó el vello del cuello. Quizás hubiera sido testigo de algo prohibido, de una operación ilegal, que nunca debería haber presenciado ni siquiera desde lejos.
De súbito, un miedo irracional le dominó. Empezó a sudar por la espalda y a respirar con dificultad. Por más que lo intentaba, no se podía quitar de la cabeza la imagen del barco y del anciano que vigilaba la bahía con detenimiento.  
Varías gotas de lluvia golpearon al muchacho en el rostro y se escurrieron despacio hacia sus labios. Al lamerlas, descubrió con desagrado que eran saladas y que tenían el mismo sabor que las lágrimas.
Cuando la lancha desapareció en las proximidades del faro, el muchacho emprendió por fin el regreso a casa. Caminaba deprisa, sin mirar atrás, como si le estuviera persiguiendo una sombra amenazante y peligrosa.
Lo único que deseaba era que el viejo del bastón, ensimismado en las maniobras de los barcos, no se hubiera fijado en su cara.

martes, 19 de abril de 2011

LA CANCIÓN DE MANI BLAY



Os invito a leer mi última reseña en Librolandia...
¿Qué pasaría si una estrella de rock actual, en tu misma ciudad, sufriera un atentado como el de John Lennon?
www.culturamas.es
Por Miguel Luis Sancho. La canción de Mani Blay de Jordi Sierra y Fabra. Madrid, Editorial Bruño , Paralelo Cero Nº 70, 2011. 202 pp., 8.50 euros. A
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viernes, 15 de abril de 2011

NO DEBÍ HACERLO


Mis ojos están abiertos, fijos en el techo. No puedo dormir. ¿Quién podría hacerlo en mi estado? 
A las dudas y el cansancio se une el pánico. Un miedo profundo y visceral, que me quita las ganas de vivir.
No debí hacerlo, lo sé. Pero ahora... ¿Qué mas da? Fue un momento de locura, de ceguera. Todo pasó muy rápido. Él no debió decirme eso. Sabe muy bien que soy celosa, demasiado posesiva, que no soporto la sombra de la duda.
También sé que él me llamará, estoy segura. Esa es siempre su forma de actuar. Me pedirá perdón como un niño, de rodillas. Me pedirá otra oportunidad, que olvide lo que dijo. Pero yo no se la podré dar.
Todo ya es inútil. Tengo los ojos abiertos, fijos en el techo. Solo deseo que venga pronto. 
Con sus manos temblorosas, él me los cerrará.

martes, 12 de abril de 2011

ÚLTIMA RESEÑA

La canción de Mani Blay de Jordi Sierra y Fabra.
Editorial Bruño , Paralelo Cero Nº 70, 2011.
202 pp., 8.50 euros. A partir de 13 años.



Por Miguel Luis Sancho.



Mani Blay es una estrella de la música, un ídolo para miles de adolescentes, la última leyenda del gran circo del rock. En las calles de Barcelona, una fans enloquecida acaba de atentar contra su vida. Siete disparos, que le han conducido hasta el quirófano de urgencias de un hospital. Allí, en medio del desconcierto, un enfermero roba su camisa ensangrentada, como si se tratase de una valiosa joya o de una reliquia religiosa. El final de John Lennon parece repetirse. Otro mártir está a punto de ingresar en la Historia sagrada del Rock.

Este hecho truculento desata la locura colectiva. Seguidores, periodistas, familiares, disc-jockeys, coleccionistas,… Todos quedan conmocionados por la impactante noticia, mientras que el cantante se debate agónicamente entre la vida y la muerte.

El libro se encuentra dividido en tres estrofas y una coda, imitando la estructura de una composición musical. De hecho, como ocurre en varios lugares de la novela, el autor incluye la letra de algunas de las canciones del ídolo de masas. Este recurso le sirve para dar voz a Mani Blay, para mostrar su fondo romántico, puro e indestructible. Lástima que no se trate de un libro transmedia, ya que la novela podía haber incluido, una banda sonora, incluso vídeos musicales del cantante. Se hubiera conseguido una obra mucho más vanguardista y moderna.

Además, la novela nos invita a reflexionar sobre el disparatado mundo de la música, sobre el delirante circo del rock, tan comercial y absurdo, clonado hasta ser “solo forma, no fondo”. Con este libro, Sierra y Fabra defiende la necesidad de volver a “la pureza del primitivo empuje”, al talento creativo, a la música llena de contenido, a la verdadera “joya” espiritual, tan necesaria sobre todo en la adolescencia.

Como un gran mago de la narración, el autor urde una inteligente red entre los personajes, dando lugar a numerosas y variadas subtramas, que se desarrollan con coherencia y naturalidad a lo largo de toda la obra. En general, los personajes están bien caracterizados, aunque quizás puedan parecer un poco tópicos a un lector adulto: la fans enloquecida, el coleccionista, el crítico musical, la novia del músico, su manager… Cabe destacar las escenas de conjunto, como la final del libro, donde el autor mueve a los personajes con una soltura admirable, como si se tratara de una cuidada coreografía.

Con su estilo directo y afilado como un estilete, el autor no da tregua al lector desde el arranque, sumergiéndole en una trama emocionante y llena de suspense. La brevedad de los capítulos, la utilización de frases cortas y el empleo de diálogos vivos favorece la rápida lectura de la obra, que no ofrecerá ninguna dificultad al lector juvenil al que va dirigida.

La única crítica posible de esta nueva versión del libro es que se trata de una novela más de “Jordi”, que no va más allá, que se repite algunos de sus temas preferidos, muchas de sus técnicas narrativas… Sin embargo, la novela presenta una impecable factura y posee interés en sí misma.

Al que firma esta reseña, todavía le queda mucho que aprender de La canción de Mani Blay.

jueves, 7 de abril de 2011

EN EL ÁGORA

Acabo de llegar de Alcobendas, donde he mantenido un "libroforum" con los alumnos de 1º de ESO del instituro Ágora de esa localidad.
Ha sido un encuentro que ha merecido la pena. Es un tópico, pero siempre se aprende algo de este tipo de actos. Los libros no son objetos muertos, de los que los escritores nos desprendemos con pesadez o dolor, sino seres vivos que crecen y viven más allá de nosotros mismos, de la mano indecisa que los dio un día la luz.
Hoy, por ejemplo, he descubierto que la novela "Días de lobos" es más adecuada para el primer ciclo de la ESO, que para los últimos cursos. La temática, la forma de narrar, son más apropiadas para esos cursos. Tomo nota.
Desde aquí, sólo quería agradecer a los profesores de Lengua y Literatura del centro, en especial a Antonio F. González, la organización del acto ( o del evento, como está ahora de moda decir).
Los lobos han abandonado las montañas de León y, esta primavera, han decidido instalarse en la periferia de Madrid. 

lunes, 4 de abril de 2011

OTRA VUELTA DE TUERCA



Durante este fin de semana, he puesto fin a "El Señor de las Aguas", la última novela que estoy escribiendo, ambientada en la mítica costa de Galicia.
Ahora queda darle otra vuelta de tuerca, retocar el arranque del libro (que no me convence), suavizar el carácter de algunos personajes, incluso incluir algún elemento que de forma inesperada ha aparecido al final, casí en la última página.
Revisar una novela no consiste sólo en quitar o poner un adjetivo o en corregir la ortografía y los errores de tipografía. Empiezo una nueva etapa, un ciclo más en el proceso de escritura. La revisión hay que hacerla también despacio, dedicarle tiempo, ya que también es importante para el buen fin del proyecto... ¡Ya queda menos!