La llegada del primer ejemplar de un libro siempre produce emoción al escritor. La analogía es muy manida, pero se parece mucho a la llegada de un recién nacido a casa.
Recoges con cuidado el sobre del buzón y luego lo abres despacio por las escaleras, como si se tratara de un valioso tesoro. Ya no te tiemblan las manos, pero el corazón se dispara, ajeno a la frialdad que aparentas mostrar.
Has visto la portada en fotografías, que guardas celosamente en el ordenador, pero el contacto con el libro es distinto. El papel brilla y huele a nuevo. La portada está perfecta, sin ningún arañazo ni mancha.
Con un poco de ansiedad, lees la contraportada y abres el libro, temiendo encontrar algún fallo, alguna errata en su interior.
Sin embargo, lo que descubres es una edición preciosa, bastante cuidada, que te invita a leer la novela como si fueras un desconocido.
Sin querer, también comprendes que el libro no es solo tuyo. También, por supuesto, es obra de Joseba Lekuona, el ilustrador, y de Ricardo Regidor, director de la colección.
Cuando te cansas de ojearlo, estás deseando compartirlo con todos.Le haces una fotografía,sobre la mesa en la que tantas veces has escrito bajo la luz de la lámpara, y lo compartes en tu blog.