El verano es como un sueño.
Ahora que se acaba irremediablemente, sus imágenes se superponen en la mente creando una narración onírica, donde la luz, el agua y las alas de un pájaro se funden bajo un cielo límpido.
Durante este tiempo, uno ha tenido la sensación de haber estado dormido. Se ha escrito poco y leído apenas.Pero el verano está para eso. Para vivirlo. Para ir de un sitio a otro. Para descansar lo que se pueda. Para levantarse tarde. Para verlo todo con los ojos muy abiertos, a pesar del fuerte sol que nos ciega...
El verano es fecundo. Deja huella en el alma, en nuestra memoria, en nuestra fábrica de sueños.Algunas de sus imágenes, como si fueran fotogramas de un filme, se parecen mucho a semillas de cuentos, dispuestas en cualquier momento a brotar y a crecer sin medida.
Ahora solo queda soñar el verano, soñar de nuevo el sueño.
En definitiva, no queda más remedio que escribir.
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