La literatura juvenil (aunque quizás sería más apropiado llamarla "adolescente") se encuentra delimitada por dos fronteras naturales o, si se prefiere, dos tipos de literatura antagónicas: la dirigida al público infantil y la dirigida a la población adulta.
Como señala David Lozano en respuesta a la escritora Laura Gallego (Blog LIJ Actual / 17 de febrero de 2014), la literatura juvenil ha abandonado su "pretensiones educativas" y sigue un "proceso lógico" de acercamiento a la literatura de adultos. Por eso, asistimos en los últimos tiempos a historias donde la violencia u otros temas considerados anteriormente tabúes van ganado protagonismo.
Este fenómeno encubre de fondo un cambio en la orientación de la novela juvenil en la actualidad. Muchas editoriales ya no asocian la literatura juvenil al mundo escolar, sino que su ideal de literatura juvenil ha cambiado y se acerca mucho más al mundo de los best-seller (o libros de consumo en masa). La lectura juvenil ya no es solo una lectura que los profesores mandan en el colegio, sino que también es un tipo de literatura autónoma e independiente, que triunfa y crece en el mercado editorial.
Este cambio de orientación, sin duda, ha facilitado la introducción de nuevos temas en la LIJ, muchos de ellos "oscuros, morbosos, violentos o siniestros". Se trata, por tanto, de un literatura amoral, que no busca enseñar ni inculcar valores, sino simplemente divertir y entretener al lector sin poner ningún tipo de tabú o censura. Algo, sin duda, totalmente lícito.
El verdadero problema de la literatura juvenil-adulto es que no ayuda a madurar. Me refiero, en concreto, a que no ayuda a madurar como lectores a sus destinatarios. Se trata, en general, de una literatura escapista, facilona, donde la aventura y la ficción predomina sobre las ideas o el estilo. La temática morbosa o transgresora es solo un reclamo comercial para tener más ventas. Detrás de este tipo de obras, hay un concepción de la literatura como un objeto de consumo y no tanto como una obra artística. Y eso es lo que a mí me horroriza.
A mí también me horroriza y más aún la pérdida de tiempo y el escaso proceso de maduración o transformación que aporta al joven.
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