domingo, 16 de octubre de 2011

LAS TIBIAS CRUZADAS


 Me acaba de llegar hoy, por gentiliza de la editorial Bruño, SKELETON CREEK III. LAS TIBIAS CRUZADAS, el último título de la trilogía de misterio del autor Patrick Carman 
El lanzamiento del libro está previsto para el próximo 16 de noviembre, pero el próximo sábado 22 de octubre a las 16.00h. se hará la presentación en primicia en el marco de la III Semana Gótica de Madrid que este año se celebra en el Museo del Romanticismo (C/ San Mateo, 13).
Si Dios quiere, allí estaré comentando mis impresiones sobre el libro con el resto de los presentes, sobre todo bloggers especializados.

Seguro que será un encuentro interesante y positivo. Os espero.


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sábado, 15 de octubre de 2011

BLOGGERS


Son los nuevos mediadores de la cultura, los que recomiendan libros a través de Internet, los que generosamente ofrecen sus blogs para animar a los demás a la lectura.
La mayoría son jóvenes de entre 20 y 30 años, con predominio de mujeres. En general, se trata de lectores atentos y compulsivos, que aman por igual la Literatura y la Tecnología. Son jóvenes modernos, que navegan a la vez por dos mundos aparentemente opuestos.
Con un lenguaje directo y coloquial, nos regalan sus opiniones, sus reseñas de obras literarias, la impresión que ha dejado en su interior los libros.
Las editoriales se han fijado, por supuesto, en ellos. Los necesitan para promocionar sus obras.
El éxito o el fracaso de muchos libros dependen ya de lo que opinan.

domingo, 9 de octubre de 2011

LOBOS DE OJOS BRILLANTES Y AMBARINOS

Por casualidad, hoy he encontrado una página de mi libro "Días de lobos" publicada en el Diario de León en su sección titulada "Filandón". Me gusta la fotografía de los lobos sobre la nieve, que aparece ilustrándola. Es la imagen más adecuada para mostrar el espíritu de la novela.


Lobos de ojos brillantes y amarillos ( Diario de León - 09/10/2011 )

lunes, 3 de octubre de 2011

A LA ESPERA


Está aquí, a punto de salir.
Sin embargo,  me siento nervioso e indeciso.
Se hacen largos estos últimos días de espera. Estoy deseando tener el nuevo libro entre las manos. Y no por vanidad - que imagino que algo de ello habrá- sino por cerrar un círculo, para poder compartirlo, como un  trozo de pan,  con los demás.
Atrás han quedado redacciones nerviosas y  nocturnas, correcciones de amigos siempre amables, rechazos y silencios de muchas editoriales...
Pero el libro, por fin, encontró su salida. Alguien confió en él y se arriesgó.
Por eso, desde aquí, quiero darle las gracias. No hace falta decir su nombre. Él ya sabe quién es.

lunes, 26 de septiembre de 2011

EN PEQUE ALFA


Titulo: La herida del oso pardo
Autor: Miguel Luis Sancho
Editorial: Palabra
Colección: La mochila de Astor

Durante una excursión al bosque de Lupama, una tormenta sorprende a Pablo. Mientras intenta volver a casa a toda prisa en bicicleta, tiene un accidente, y decide esperar a que pase la tormenta para poder volver andando. De repente, se encuentra a un oso pardo enorme, de dos metros, que huye en seguida, en cuanto se da cuenta. Pero, ¿cómo es posible? Su abuelo le ha contado que el último oso que había por esa zona lo mataron en el pueblo cuando él era joven. Por eso, cuando Pablo consigue llegar andando a casa, su madre no le cree. Pero él sabe lo que vio, y muy pronto al día siguiente va a buscar a su amiga Sandra y le cuenta todo, para que ella le ayude a averiguar qué está pasando. Resulta, además, que el oso está herido. ¿Qué está pasando? Sandra y Pablo intentarán resolver el misterio, y salvar al animal.

viernes, 23 de septiembre de 2011

UN ANTICIPO

Os dejo el primer capítulo de mi novela "La Espiral de los Sueños", que sale - si todo va bien- el mes que viene a la venta (Editorial Palabra / Colección Mochila de Ástor). A ver qué os parece el arranque:



11.EL BÚNKER DE LA GUERRA

-¡Mira allí! – dijo Gonzalo, quitándose los rizos de las gafas.

Manuel giró el cuello noventa grados y dirigió la mirada hacia unas rocas de granito, cubiertas de musgo y de hierbajos, que se alzaban al borde del camino, formando una derruida atalaya.

-¿Qué quieres que vea?
-Allí, junto a los espinos.

El joven aguzó aún más la vista. Localizó los arbustos que decía su amigo y luego, camuflada entre las piedras, vio una pequeña construcción circular, con dos ventanucos estrechos y alargados. Tenía forma de iglú, pero el tejado de mampostería era completamente plano.

 -¡Es un búnker… de la Guerra Civil! – exclamó Manuel, con cara de asombro.
-Sí, eso parece - contestó su amigo-. No sabía que aquí hubiera uno… ¡Vamos a explorarlo!
-¿Y la excursión?
-No te preocupes, tenemos todo el día para llegar hasta el pico de La Peñota. No se va a mover de su sitio, te lo aseguro.

Los dos muchachos se apartaron de la pista de tierra, saltaron una tapia de piedras sueltas y comenzaron a recorrer un prado en fuerte pendiente, cubierto de escarcha en las zonas de sombra.  

Al alcanzar la base de las rocas, Gonzalo se quitó la mochila de la espalda y empezó a escalar con agilidad entre los peñascos. Las rugosidades del granito, como diminutos garbanzos, le ayudaron a ascender más deprisa por la pared escurridiza.

Manuel, en cambio, no se atrevió a escalar entre las grietas. Dio un amplio rodeo por el prado, hasta que  halló un alargado pasadizo que ascendía entre las rocas. Era una especie de trinchera abandonada, que conducía a la entrada de la fortaleza dando una curva pronunciada.

Cuando llegó a la puerta del búnker, Gonzalo ya estaba subido en el techo contemplando el paisaje ensimismado. Desde allí, la panorámica de la sierra del Guadarrama era impresionante. Se podía ver toda la línea de montañas, que se extendían como un alargado cordón desde el Alto del León hasta el puerto de Navacerrada. La nieve de las lomas, bajo la luz roja del amanecer,  parecía un inmenso río de sangre.

-       Baja, Gonzalo…Vamos a ver lo que hay dentro.

Manuel inclinó la cabeza y, sin esperar a su amigo, se introdujo en el fortín. Su interior era bastante humilde. La sala circular, de ocho o diez metros de diámetro, no poseía ningún mobiliario. Además, apenas había luz, el suelo estaba encharcado y olía intensamente a humedad. Un minuto después, Gonzalo entró por el vano de la puerta.

-¡Aquí huele fatal!- dijo, tapándose la nariz con los dedos.
-¡A muerto!- bromeó su amigo.

Lentamente, los dos muchachos comenzaron a explorar la fortaleza. En algunas partes, tenían que agachar la cabeza para no darse con las piedras sueltas, salientes del techo. Sus ojos se fueron acostumbrando paulatinamente a la penumbra.

-¿Qué será esto?- preguntó Manuel señalando un hierro oxidado, con forma de escarpia, al lado de los ventanucos.
-Parece un gancho para sujetar un arma, quizás una ametralladora- respondió Gonzalo, moviendo el hierro de un lado para el otro.
-¿Y tú cómo lo sabes?
- Seguro que no lo usaban para colgar la ropa sucia.

Con curiosidad, Manuel se asomó por una de las troneras que daban al exterior. Una espesa nube grisácea, procedente de la otra ladera de la montaña, se estaba aproximando de forma amenazadora. A su lado, Gonzalo seguía rastreando la pared con la yema de los dedos.

-¡Aquí hay unos nombres escritos a lápiz!

Manuel dejó de mirar la nube por el ventanuco y se reunió con él. En la penumbra, costaba bastante descifrar lo que ponían las letras. Algunas inscripciones sólo eran siglas borrosas, semejantes a las que graban los enamorados en la corteza de los árboles, pero otras parecían nombres completos de persona.

-Creo que aquí pone Lucas…O tal vez, Lucía- dijo Manuel.
-¿Quién lo habrá escrito?- preguntó Gonzalo.
-¡Vete a saber!... Puede que cualquiera que haya pasado por aquí, pero también algún soldado que luchó en este búnker.
-Este sitio me da muy mal rollo. Me está agobiando. Si no te importa, me voy afuera.

Manuel, sin embargo, se quedó dentro del búnker y siguió examinando los signos escritos en el muro. La caligrafía era grande y redondo, parecida a la de un viejo maestro de escuela. Después de un buen rato, no le cabía ninguna duda. Sobre la pared estaba escrito el misterioso nombre de una mujer: Lucía Marzal.  

Finalmente, Manuel salió del fortín y recorrió un tramo de la trinchera excavada en la roca. Miró al cielo y descubrió que la espesa nube había ocultado el sol. En su lugar una luz espectral, quizás de ultratumba, se había extendido por el valle como una sábana de plata. El muchacho buscó a su amigo con la mirada, pero no lo vio por los alrededores. Era como si se lo hubiera tragado la tierra.

- Deja de hacer el tonto, Gonzalo... ¿Dónde te has metido?

 Sólo una ráfaga de aire le contestó.
El tiempo estaba cambiando de forma brusca. De golpe, la temperatura había bajado varios grados centígrados. Un fuerte viento se había levantado y agitaba las copas de los árboles.

-¿Dónde estás, Gonzalo? – gritó esta vez con angustia.

Nervioso, Manuel se subió a lo más alto de una roca. Desde allí descubrió a su compañero unos metros más abajo, en mitad de la pradera cubierta de escarcha. Estaba charlando con un anciano de unos ochenta o noventa años, un tanto extravagante.

El hombre llevaba puesto un anorak blanco, bastante rozado por los costados, con una estrella roja de seis puntas en el pecho. También vestía un pantalón del mismo color y unas botas de cuero muy desgastadas. Entre las manos, deformadas por los años, sujetaba unas viejas tablas de esquí, fabricadas de una sola pieza de madera.

-¿Con quién hablas?- le preguntó Manuel - ¿De dónde ha salido ese hombre?

Pero su amigo continuaba sin contestar. No se atrevía. Tenía la cara pálida, totalmente desencajada, como si acabara de contemplar la visión de un fantasma.