A veces, tras una sesión en Facebook (FB), uno sale intoxicado y no precisamente del veneno de la literatura.
A veces ocurre (por lo menos, a mí) que te haces seguidor del escritor al que admiras sinceramente, al que consideras un maestro del relato contemporáneo, y descubres en sus entradas que sólo es un pavo real hueco, un nuevo rico de novelas en venta, que cuenta las ediciones de sus libros como un avaro que acumula riquezas.
También en FB hay escritores pesados. Sí, pesadísimos. Todos los días te hablan de "su libro", imitando al célebre Umbral pero sin su talento. También hay autores que te preguntan a cada momento "dónde están?", como si fuera lo más importante del mundo, invitándonos a un pueril juego de cosmopolitismo.
Sin embargo, en FB estamos todos enredados, añadiendo comentarios a nuestros amigos falsos o subiendo fotos de nuestras mascotas o conocidos.
Una tertulia de poetas modernistas sería más retórica, pero no mucho más profunda ni ruidosa.
FB es sólo un signo de los tiempos, de lo que ahora se lleva o se escribe.
Sí, solo eso.
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