Comienza un nuevo año escolar y los profesores, sobre todo los de Lengua y Literatura, elaboran durante estos días las listas de lecturas que "inevitablemente" deberán hacer sus alumnos durante el curso. De la elección de las mismas, depende muchas veces que los alumnos aborrezcan o amen la lectura. Un asunto, por tanto, delicado y nada superficial.
Hay docentes de todos los tipos: los que prefieren mandar libros clásicos y solo clásicos, los que están a la última en LIJ, los que mandan lo de siempre por pereza, los que aceptan los libros que recomiendan las editoriales con los ojos cerrados, los que no leen los libros que mandan, los que ofrecen listas abiertas y flexibles de lecturas, los que prefieren introducir los libros electrónicos y las nuevas tecnologías, los que eligen los libros por el nombre del escritor y no por su contenido ... La lista de posibilidades (y de profesores) es amplísima.
Asimismo, muchas personas - sobre todo si están apartadas del ámbito escolar -se horrorizan al oír hablar de "Lecturas obligatorias". La lectura siempre debería ser algo libre y personal. Cada lector debería encontrar sus propios libros y su propio camino de lectura. La lectura nunca debe ser obligatoria, sino que debe realizarse por placer.
La realidad de los colegios e institutos es que muchos alumnos solo leen lo que se les manda en clase. Basta con preguntarles al inicio de curso cuál es el último libro que han leído. La competencia de ocio es muy grande. Los adolescentes deben elegir entre el móvil, el ipad, la consola, el deporte o los libros.
Es verdad que una minoría, cada vez más amplia, lee de forma asidua, incluso compulsiva. Para estos jóvenes, las lecturas obligatorias deben ser un engorro, sin duda. Se convierten en algo que les quita tiempo para leer otros libros, los que verdaderamente les gusta. Leen, por tanto, sin placer y sin amor por los libros.
En cuanto a los padres, lamento decirlo, a la mayoría de ellos no les importa el contenido de los libros que se eligen en el colegio donde sus hijos estudian. En general, son muy pocos los que leen lo que se manda a sus hijos. Lo que más les preocupa (por no decir lo único) es el precio de esos libros.
Un buen análisis, Miguel. Sobre todo en lo referente a los profesores. Una gran variedad de modos y comportamientos. Quizás se puede pensar que también hay variedad en cuanto a las maneras de los padres. Incluso algunos, es verdad que pocos, leen los libros de sus hijos y los comentan con ellos. Idílico.
ResponderEliminarTienes razón, Julio.
ResponderEliminarCon los padres he generalizado mucho. En realidad, no quería hablar de ellos, pero me ha salido casi sin querer al final.