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martes, 23 de abril de 2013

DÍA DEL LIBRO

El Día del Libro es un día de fiesta para lectores y escritores, pero también un día agotador para los profesores de colegios e institutos, sobre todo para los que imparten la asignatura de Lengua y Literatura.
Para esta fecha se preparan numerosos actos y eventos en honor del Libro, aunque en realidad la Literatura esté cada vez más "marginada" en nuestra sociedad, como señala en un reciente artículo el profesor Adrados.
En el centro donde trabajo, por ejemplo, se han dado los premios del concurso literario, se han organizado exposiciones sobre la historia de la escritura o sobre libros hechos a mano, se han empapelado los azulejos del pasillo con los tópicos literarios, ha habido un mercadillo de intercambio de libros, se han puesto carteles en el vestíbulo con recomendaciones de lectura, hasta en la clase de Matemáticas de se han leído poemas eruditos.
Después de tanto trabajo y esfuerzo, a uno no le quedan ganas ni para abrir un libro.
Después de tanto exceso cultural, el profesor siente un profundo vacío.
 En el fondo sospecha que, después de tanto entusiasmo puesto, nadie sentirá deseos de leer a solas, de sumergirse entre las refrescantes páginas de un buen libro.
El profesor descubre, quizás con desánimo, que sólo ha participado en un simulacro, en una mala obra de teatro.
¡Feliz Día del Libro!

jueves, 12 de abril de 2012

DÍA DEL LIBRO


Se acerca el día del libro y en los colegios se empiezan a poner nerviosos. Hay que organizar "algo" y la fecha está a la vuelta de la esquina.
Rápidamente los profesores, sobre todo los de Lengua, se ponen manos a la obra. De forma improvisada, se manda a los alumnos que hagan murales sobre escritores famosos, se preparan exposiciones y mercadillos de libros usados, incluso se aprovecha la fecha para entregar los premios literarios que ha organizado el centro.
Pero falta "algo".
No puede haber un "Día del libro" sin la visita del autor de turno en la biblioteca.
Si los profesores fueran magos, lo sacarían de un sombrero como a un conejo. Al comprender que no pueden,  llaman a las editoriales con urgencia, suplican a amigos y vecinos, ponen velas a la Virgen, hasta que "por fin" se contacta con un escritor sin compromisos, que solo pone la condición de que se lea alguna de sus obras.
Al no estar previsto en las programaciones, los alumnos tienen que devorar el libro en muy pocos días, preparar preguntas a toda velocidad, aunque a la mayoría ni siquiera les ha dado tiempo a conseguirlo en la librería del barrio.
Cuando llega el esperado "Día del libro", el autor comienza su charla con varios minutos de retraso porque, por ejemplo, a alguien se le ha olvidado colocar las sillas para que se sienten los alumnos. Con paciencia, el autor da su conferencia y responde a las preguntas del público (del tipo ¿de qué equipo eres?), mientras los profesores, con la cara congestionada por la rabia y la vergüenza, actúan como expertos guardias de seguridad.
Al final del acto, hay aplausos tibios y palmaditas en la espalda.El escritor firma sudoroso algún ejemplar de su obra y muchos autógrafos en hojas de papel, arrancadas del cuaderno. A pesar de ello, el escritor está contento. Al menos, a dos o tres alumnos  les ha gustado sinceramente su libro.
Al quedarse solo en la biblioteca, el escritor mira con tristeza los libros de las estanterías, encerrados como ataúdes en sus nichos.
Ellos saben que la fiesta se ha acabado, que nadie se acordará de ellos, que el escritor ya sobra... Por supuesto, hasta la próxima celebración del Día del libro.