jueves, 23 de enero de 2014

UN AUTOR EN PERSONA


Reseña publicada en el blog LA ESCONDIDA SENDA , tras  el encuentro con los alumnos en el IES Nicolás  Copérnico de Parla (Madrid)


¡Ya ha llegado el autor! Bajad a la biblioteca
-¿Cómo es?
-Pues, no sé, ahora lo verás. Os está esperando.
                                                          ***       
La vivencia que los alumnos tienen de la visita de un autor es tan diversa, tan nueva, tan difícil de compartir para ellos, que apenas puede ser abordada desde fuera; y, cualquier intento de reducirla a unas cuantas anotaciones es vano.
Lo cierto es que los alumnos sienten una enorme atracción por ese espacio fronterizo donde se unen el autor y su obra.
El comprobar que la historia de Tito y Sofía se entreteje con la historia de Miguel Luis Sancho, hombre de carne y hueso, con la de su familia y sus amigos, les acerca a los libros de una manera diferente: ya no es solo la lectura del trimestre, un libro que ha estado entre sus manos.
En ese libro hay vida…porque en la vida del autor hay cosas de sus libros.
El silencio repentino ante cualquier acontecimiento de la novela que el autor hubiera vivido era más elocuente que cualquier muestra de admiración.
¿En qué te inspiraste para escribir la novela?, ¿has estado en la cueva que aparece en el libro?, ¿existe Lupama?
¿Por qué escribes?
Otra de las razones por las que los alumnos recuerdan estos encuentros por encima de cualquier clase, es que los autores que tienen la enorme generosidad de acercarse a los centros, les están abriendo una puerta.
-Porque me gusta. En el instituto escribía y a la gente le gustaba leer mis relatos.
Después la vida me llevó por otros derroteros; y un buen día recordé que lo que siempre me había gustado era escribir.
Entre los alumnos que pasaron por la biblioteca en los dos  jueves consecutivos en los que  el autor compartió su tiempo con ellos había buenos escritores.
Miguel Luis Sancho lo sabía.
Algunos de ellos se acercaron emocionados al autor para que les firmara el libro, se hiciera una fotografía con ellos; o simplemente, para estar cerca de un escritor.
Gracias por recordarnos lo que es vivir con ilusión la experiencia literaria. Gracias por darles ideas para sus futuras novelas.
Gracias, Miguel Luis Sancho, por hacerles pasar un buen rato, por hacerles sentir importantes, por emocionarte con sus preguntas, por hablarnos de Babia, del El Túnel, de Sábato; de El Sur, de Víctor Erice.
De la fuerza ancestral del lobo. De la nieve. De que uno puede estar enamorado de los libros.

jueves, 16 de enero de 2014

2ª PARTE /ENCUENTROS EN PARLA


Naturaleza-Días de lobos
Miguel Sanz Romero
Esta mañana he tenido el segundo día de encuentro con los alumnos del IES Nicolás Copérnico de la ciudad de Parla, una ciudad dormitorio al sur de Madrid. En esta ocasión, les tocaba el turno a los alumnos de 2º de ESO, que habían leído mi novela juvenil "Días de lobos" (Bruño, 2010) antes de  las Navidades.
Algunos de ellos no habían conocido nunca a ningún autor de cerca y sentían mucha curiosidad por ver y hacerse fotografías conmigo, como si se tratase de un futbolista famoso.
Al principio, mientras escuchaban en silencio, les hablé del oficio de escritor, un trabajo duro y muchas veces poco reconocido. Les conté también que la escritura debe ser una pasión, como una novia secreta a la que se ve a escondidas. También les hable de la íntima relación entre lectura- escritura y de la necesidad de crecer leyendo para ampliar la "mirada" de las cosas.
Luego vino el coloquio, la parte más distendida, donde los adolescentes preguntaron sobre los personajes del libro, sobre el polémico final de la novela, sobre cómo se me ocurrió la idea para la historia... Ese tipo de preguntas.
Al final, llegó el momento ritual de la firma de libros. Por sorpresa, recibí un inesperado regalo: un libro con  dedicatorias realizadas por los alumnos. Tengo que reconocer que me emocioné. Son de esos detalles que sólo ocurren cuando uno va de visita a un instituto.
Comparto con vosotros algunas de estas dedicatorias. A ver qué os parece:

"Hola, Miguel Luis Sancho, gracias por sacar un hueco en tu agenda para venir a visitarnos. El libro es una bonita mezcla de géneros y, todos juntos, hacen un buen libro. ¡Me ha encantado!
Espero leer pronto la continuación y ver como acaba esta maravillosa historia.
¡Un saludo!
Cristina"


" Miguel Luis, gracias por haberme abierto la curiosidad. Este libro es muy ingenioso, tiene partes un poco  tensas y eso me gusta. Muchas gracias, de verdad. Con mucho cariño, Lorena".



"Miguel Luis Sancho, quiero agradecerte que hayas podido venir, el libro me ha gustado mucho, me he quedado con las ganas de ver cómo sigue. Espero leer pronto el siguiente libro. Seguro que será más interesante que este. Y no dejes de escribir. Natalia"





jueves, 9 de enero de 2014

"LIBROFORUM" EN PARLA

Esta mañana he participado en un librofórum sobre mi novela juvenil "Días de lobos" (Bruño, 2010) en el instituto de secundaria  "Nicolás Copérnico" de Parla, al sur de Madrid. Los destinatarios del encuentro literario han sido los alumnos de 1º de ESO, que esperaban el encuentro con ilusión después de las vacaciones de Navidad.
Previamente, los alumnos dirigidos por sus profesores han estado trabajando la novela en clase, incluso leyendo algunas de sus páginas rodeados de velas o de linternas, creando una atmósfera mágica y motivadora.  Además, han elaborado carteles de bienvenida, reseñas para revistas y fichas de lectura... ¡Todo un detalle!
El encuentro directo con los lectores siempre es enriquecedor y gratificante. La botella que se arrojó al mar  con un mensaje dentro, por fin, ha llegado a su destino.
No es verdad que se escriba para nadie o para abstractos lectores implícitos. Siempre se escribe para alguien, para personas concretas. En este caso, adolescentes que con mayor o menor interés te miran mientras cuentas anécdotas sobre la elaboración de tu libro.
Gracias a  todos los profesores del departamento de Lengua y literatura del IES Nicolás Copérnico por haberme invitado a su centro.

lunes, 23 de diciembre de 2013

¡FELIZ NAVIDAD!


¡ FELIZ NAVIDAD 
A TODOS LOS AMIGOS DE
"DONDE VUELAN LAS AGUILAS" !

miércoles, 11 de diciembre de 2013

OTRO AÑO MÁS EN "MOCHILA FORUM"

Otro año más, dos de mis libros infantiles y juveniles han sido seleccionados para formar parte de la prestigiosa colección MOCHILA FORUM, que la revista HACER FAMILIA ofrece a sus lectores.

Las novelas elegidas en esta ocasión son: Donde vuelan las águilas (La Mochila de Astor/ Serie Negra, 2008) y La Herida del oso pardo (La Mochila de Astor / Serie Roja, 2010). 

Mochila Forum tiene como principales objetivos fomentar la lectura entre los niños de 7 a 14 años y que esto sirva de dialogo con sus padres. Cada libro esta especialmente señalado para esa edad, según las diferentes etapas de maduración, tipografía, lenguaje y sobre todo y como novedad, todos ellos trabajan un valor: Generosidad, Lealtad, Esfuerzo, Humildad...


sábado, 23 de noviembre de 2013

NUEVA RESEÑA DE "EL SEÑOR DE LAS AGUAS"



Ayer apareció publicada una nueva reseña de mi última novela "El señor de las Aguas" ( Palabra, 2012). Fue en la prestigioso blog de Jorge Gómez Soto, dedicado a la Literatura Infantil y Juvenil.

http://lij-jg.blogspot.com.es/2013/11/el-senor-de-las-aguas-miguel-luis-sancho.html

Siempre se agradece que los lectores se detengan en tu obra y hablen sobre ella, pero mucho más si el destinatario de tus libros es un compañero de escritura. De la reseña destacaría el siguiente párrafo:

El señor de las aguas, de Miguel Luis Sancho, es una historia de intriga, aventura y fantasía que ocurre en un marco muy sugerente, la Costa da Morte. Podría haber sido una historia realista de narcotraficantes, pero tiene el añadido, habitual en Miguel Luis, del toque fantástico, que aparece en diversas ocasiones, algunas de forma sorprendente, como cuando Diana lee en el libro que su madre lo que le está pasando a Marco. También tiene algunos giros inesperados (uno sí que lo esperaba), tanto reales como fantásticos. Es un libro escrito de forma ágil, concreta y sencilla, en el buen sentido de la palabra.

Gracias, Jorge.

lunes, 21 de octubre de 2013

INTELIGENCIA ARTIFICIAL


Este mes de octubre, coincidiendo con el inicio escolar, he comenzado a escribir una nueva novela, que espero poder acabar antes de que el curso termine. La verdad es que llevo muy poco escrito de ella, apenas una veintena de hojas. Sin embargo, la historia poco a poco va  tomando consistencia y abriéndose paso en mi imaginación.
Os dejo el primer capítulo, por si os apetece echarle un vistazo. Ya me diréis lo que os parece. Se admiten sugerencias:

1.

Carlos creyó oír ruidos fuera de la clase.
Pero no se atrevió a moverse de su sitio. Vanesa, la profesora de Ciencias Naturales, no dejaba de escribir fórmulas y operaciones en la pizarra digital y no había más remedio que copiarlas deprisa en el cuaderno.
Sin embargo, Carlos no fue el único en escuchar los ruidos, quizás de cristales rotos. Varios compañeros de su curso también giraron la cabeza hacia la puerta trasera del aula, atraídos por un imán invisible. Algo raro estaba sucediendo en los pasillos (o quizás en otro lugar cercano), pero no había tiempo suficiente para averiguarlo.
De súbito, la profesora de Ciencias Naturales se quitó las gafas de diseño e interrumpió la explicación que estaba realizando. Era una mujer de unos cuarenta años, de baja estatura, ojos claros y mirada afilada. Iba vestida con tacones, una falda por las rodillas y una bata impecablemente blanca.  Llevaba más de veinte años trabajando en el instituto y todos la conocían por su mal genio. Los alumnos la apodaban “la dama de hierro”.
-¿Quién es el delegado?- preguntó con voz cortante.
Carlos levantó la mano con timidez y se puso colorado, igual que si le hubieran pillado copiando en un examen.  Odiaba ser el centro de atención.
-Soy yo- contestó balbuceando.
La profesora de Ciencias Naturales le examinó en silencio durante unos segundos, como si le pesara en una precisa balanza de su laboratorio. Luego se volvió a colocar sus gafas de diseño y, sin mirarlo a la cara, le ordenó:
- Por favor, vaya al pasillo y dígales a los que están ahí fuera que no hagan ruido… No soporto que interrumpan mi clase.
Al momento, Carlos se levantó de su sitio y se dirigió hacia la entrada del aula. Mientras caminaba, sintió que varias miradas se clavaban en su espalda como dardos envenenados. A  Ninguno de sus compañeros le gustaría estar en su pellejo.
 Cuando el muchacho salió al pasillo (un corredor de azulejos blancos semejante a un hospital), no observó nada extraño. Todo estaba en calma y en silencio, quizás demasiado. Los fluorescentes del techo estaban encendidos y las ventanas que daban a la calle permanecían abiertas, dejando ver el patio de arena y las pistas de deporte, que en ese momento se encontraban vacías. Los ruidos parecían haberse disuelto de golpe, igual que una pompa de jabón en el aire.
Intrigado,  el muchacho se acercó hacia las escaleras que comunicaban con el vestíbulo de la planta baja. Mientras avanzaba por el pasillo, sus pasos se volvieron más lentos y pesados. Algunas baldosas del suelo se movieron produciendo un seco crujido. Detrás de la puerta del aula, se escuchaba la voz de Vanesa como en el interior de una pecera. Sin embargo, Carlos ya no la escuchaba. Sólo pensaba en los ruidos que había oído hacía unos momentos, en lo que quizás había pasado, en qué descubriría al asomarse por las escaleras.
Cuando lo hizo, tampoco vio allí nada extraño. Los escalones de madera estaban desiertos, como todos los días a esas horas.  Durante unos segundos, Carlos se quedó de pie, agarrado a la barandilla de metal. Su tacto le pareció frío como la piel de un lagarto. Pensó en regresar al aula y contar a Vanesa lo que había visto (o, mejor, lo que no había observado). Sin embargo, una luz encendida en el servicio de las chicas le puso en alerta.
Podía ser que alguna alumna se la hubiera dejado prendida por descuido, pero también que hubiera alguna persona allí dentro, quizás escondida o desmayada. Respiró hondo, como si se enfrentara a una difícil prueba, y decidió ir a comprobarlo.
La puerta del baño estaba entornada y no se distinguía bien su interior. Carlos llamó tímidamente con los nudillos. No obtuvo respuesta. Armándose de valor, empujó el picaporte y entró con decisión en el cuarto. Nunca había estado en el baño de las chicas y sintió a la vez vergüenza y un poco curiosidad. Parecía que había penetrado en un lugar prohibido, en un planeta extraño, donde él era un intruso. El olor era distinto, mucho menos ácido que en el servicio de los chicos. Echó de menos los sucios urinarios de la pared, las pintadas en las puertas y los papeles tirados por las esquinas. El espejo encima de los lavabos, sin embargo, estaba rajado por la mitad, como si hubiera recibido un fuerte puñetazo. Varias esquirlas de cristal todavía se hallaban desperdigados por las baldosas del suelo, formando un enigmático mosaico.
-¿Hay alguien ahí? – Carlos se atrevió a preguntar.
Nadie contestó. Si había alguien allí dentro, no estaba por la labor de colaborar. El muchacho siguió avanzando despacio, cada vez con más desconfianza. Sin querer, empezó a sudar por la frente y a dolerle la parte trasera del cuello. Se llevó la mano derecha a la espalda e intento relajarse.
Al abrir la puerta de uno de los excusados, se llevó un susto de muerte. Entre el váter de porcelana y la pared de azulejos, se hallaba el cuerpo de una chica tirado en el suelo de mala manera. Era un muchacha de trece o catorce años, de piel blanca y melena de color castaño. Su cuerpo estaba doblado en un escorzo imposible, como si sus huesos se hubieran vuelto de goma. Iba vestida de forma informal, con una camiseta de manga larga, unos legins de color negro y unas manoletinas doradas.
Carlos se aproximó más de cerca para observarla. La muchacha tenía una herida en un lateral de la cabeza. Parecía que hubiera dado un fuerte golpe o que se hubiera clavado uno de los cristales que andaban tirados por el suelo. Al verla allí tirada, Carlos intentó gritar (pero el chillido quedó atrapado en  su garganta). El corazón le dio un vuelco brusco y se le cortó la respiración durante unos segundos. Por instinto, acercó su mano hasta el hombro de la chica y la tocó con mucho cuidado. Luego le giró la cabeza lentamente, como si lo hiciera con un objeto precioso. La corta melena de la muchacha le rozó la piel y sintió una fuerte descarga, parecida a un latigazo de electricidad estática.
Al principio, le costó reconocerla. Los nervios le nublaban la vista y le impedían pensar con claridad. Cuando consiguió calmarse, fue todo mucho más fácil. Sí, por supuesto que sabía quién era.
Se trataba de Esther Sánchez,  su vecina, la que todo el mundo en el instituto llamaba la “chica perfecta”.
Se fijó más despacio en ella. Tenía los ojos abiertos, perdidos en la nada, como si estuviera en coma. Su respiración era débil y la herida de la cabeza no dejaba de manar un líquido espeso y rojizo. Su mano derecha, sin embargo, estaba cerrada con fuerza. La chica parecía esconder algo dentro de ella. Movido por la curiosidad, Carlos le separó muy lentamente los dedos rígidos y ensangrentados.
 Lo que el muchacho descubrió le dejó atónito. Apresado en la blanca palma de la muchacha, había un pequeño circuito electrónico de color oscuro, recubierto de una delgada capa de plástico, del tamaño de un grano de arroz.
¿Qué era eso? ¿Por qué estaba allí?
Sin embargo, Carlos no tuvo tiempo para encontrar la respuesta correcta. La muchacha estaba cada vez más pálida y perdía mucha sangre. Sin pensárselo dos veces, Carlos cogió deprisa el microchip de la mano, lo guardó en el bolsillo de su pantalón y salió corriendo del cuarto de baño.
Al regresar al pasillo, el muchacho se puso a gritar pidiendo ayuda. Estaba asustado, fuera de sí, muerto de miedo. Sus chillidos retumbaban en las paredes de azulejo como los repiques de una enorme campana. Se oyeron  varios ruidos de sillas y voces nerviosas dentro de las aulas, pero Carlos no las escuchó. Siguió corriendo, sin mirar nunca hacia atrás, en un huida desesperada.
Cuando entró en el aula (con la cara desencajada y los ojos muy  abiertos), la profesora de Ciencias Naturales se quedó petrificada delante de la pizarra digital.  Los gritos del pasillo le habían alertado y se esperaba lo peor.
-¿Qué pasa? – dijo Vanesa, sin poder controlar su ansiedad.
-¡Hay una chica  en el baño! – contestó Carlos.
-¿Qué?- respondió la profesora, incrédula.
-Está desmayada …¡Y tiene una fuerte herida en la cabeza!
-¿Quién es? ¿Lo sabes?
-Sí, Esther Sánchez.
La profesora de Ciencias Naturales se quedó lívida. No sabía bien lo que decir, ni cómo reaccionar. Sus gafas de diseño, a pesar de gruesa moldura, no consiguieron ocultar su mirada de pánico. Esther Sánchez era su alumna preferida. La que contestaba siempre en clase, hacía todos los días los deberes y sacaba dieces en los exámenes. Era la alumna ideal, la “chica perfecta”,…
 ¡Ella misma le había puesto el mote!