lunes, 6 de septiembre de 2010

LA NOCHE DE LOS TIEMPOS



De todos los libros que he leído durante el verano, la novela que me ha parecido mejor y más interesante ha sido, sin duda alguna, La noche de los tiempos del escritor Antonio Muñoz Molina.
Aquí no voy a hacer una reseña detallada del libro, ya que hay muchas publicadas en Internet y, además, realizadas por críticos de prestigio. Aquí sólo quiero compartir lo que la novela me ha aportado como lector y, por supuesto, lo que he aprendido de él como escritor.
El descubrimiento más importante que he hecho es este: narrar no consiste tanto en desarrollar unos sucesos dinámicos y sucesivos en un centenar de páginas, sino en detenerlos con morosidad y emoción, en dilatar el tiempo, casi como si fueran fotografías en blanco y negro o estáticos fotogramas de una película. Desde esta perspectiva, la gran extensión de la obra no es un defecto (como algunos indican), sino un mérito del autor, quizás el mejor narrador vivo en nuestra lengua.
Por otra parte, el libro también hace un uso magistral de los tiempos verbales. Aunque la historia sucede en épocas pasadas (hace más de 70 años), casi toda la novela está narrada en presente. Un tiempo presente que - como dice el propio autor- es el tiempo del miedo, de lo que se hace simultáneo e intenso en un corto viaje por tierras americanas, en un tren que parece no avanzar ni llegar nunca a su destino.
También me han sorprendido gratamente los fragmentos exclusivamente dialogados - por ejemplo, la última discusión de los protagonistas-, donde la maestría del autor hace avanzar la historia únicamente con la voz desnuda de los personajes.
Al final del libro, además, Muñoz Molina introduce de forma sorprendente la narración en futuro. Pero no utiliza este tiempo verbal para narrar un hecho hipotético o posterior, sino para describir lo que todavía no ha sucedido a los personajes, pero a la vez - desde nuestra perspectiva de lector- ya ha sucedido ("Pero ese momento no ha llegado todavía, pertenece a un tiempo aún inexistente, al futuro de dentro de unas pocas horas").
Muñoz Molina no es muy amigo de la narración lineal, pero el libro se lee sin dificultad a pesar del desorden temporal que presenta. La novela tiene toques modernos y contemporáneos. Sin embargo, la extensión de la misma, el amor por los detalles y las enumeraciones prolijas, el tema del adulterio o las escenas de guerra, nos recuerdan a los grandes novelistas del siglo XIX o del XX.
Pero quizás lo más interesante del libro sea el punto narrativo elegido. A lo largo de la novela se superponen varias voces o perpectivas: la ausencia de narrador, un narrador en tercera persona tradicional y otra voz, mucho más misteriosa, en primera del singular.
¿Quién es esta voz que lo ve todo? ¿De quién se trata?
Según lo veo yo, esta voz no es otra que la del propio autor, que imagina hasta el límite lo que sucede, el que agotado de su esfuerzo por novelar nos entrega el relevo para que sigamos imaginando el destino de sus personajes perdidos en la noche como en un pozo, en unos tiempos oscuros y neblinosos, que sólo la memoria de los lectores puede evitar que se olviden.

1 comentario:

  1. Completamente de acuerdo en que es una gradísima novela y Muñoz Molina de lo mejor de lo mejor. El libro, por su tamaño, daña las manos e incluso la espalda (pero ya haremos natación cuando tengamos tiempo).Creo que compartes con él la pasión por la PENUMBRA jaja... Yo voy a recomendar otro novelón a tus afortunados lectores: LAS CORRECCIONES de J. FRanzen.

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