miércoles, 19 de enero de 2011

EL TOPO

 

La luz de la mañana le cegó por completo.
Sintió como un dardo afilado atravesaba su pelaje y todo se volvió oscuro, tenebroso, como una noche sin luna y sin estrellas.
Estaba solo, perdido en la pradera cubierta de rocio, perseguido por los rayos del sol.
Con ansiedad, buscó la protección de los estrechos túneles que le protegían, pero era tarde. Unos niños le habían descubierto y corrían detrás de él para cazarlo.
El topo deseaba huir, refugiarse en su noche tranquila y subterránea...Los niños, en cambio, se sentían atraidos por él, maravillados por un animal tan solitario y  tan extraño.
Cuando lo cogieron, acorralado contra la corteza de un fresno, el topo estaba temblando.Los niños se pasaron el animal con mucho cuidado para no aplastarlo. El topo intentó defenderse, incluso mordió a uno de ellos. No quería que nadie tocara su  piel de terciopelo.
Cuando se cansaron de mirarlo y acariciarlo, lo devolvieron a uno de sus agujeros de tierra negra.
 Al entrar en él, el topo sintió nostalgia de la luz y del día. Nunca le había ocurrido nada parecido.
Sus paredes le parecieron más estrechas y sus galerias subterráneas, pacientemente escarbadas durante años, mucho más ciegas.

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