Quedan pocos, aunque su presencia es tan necesaria como los libros que respiramos por minuto.
Son flores, sí, pero que no nacen en campo abierto ni en praderas de montaña, sino en bibliotecas de barrio o de la periferia, donde la alta cultura suele pasar de puntillas y de largo.
Animan en el desánimo que ha prendido en el corazón de los libros. Acarician en secreto a los textos que agonizan en sus celdas. Aconsejan y recomiendan títulos a niños de mirada abierta. Comunican una pasión peligrosa por la lectura, que devora como fuego.
Me refiero, en fin, a los bibliotecarios y bibliotecarias.
Esa nueva especie en extinción, futuras víctimas también del imparable libro digital.
Yo creo que nos tendrán que seguir aconsejando, quizás desde algún blog como este.
ResponderEliminarEntonces serían también bibliotecas virtuales o digitales. No físicas, como las entendemos ahora.
ResponderEliminarBibliotecas y librerías. ¿Leísteis este artículo?
ResponderEliminarhttp://elviajero.elpais.com/articulo/viajero/discreto/encanto/librerias/elppor/20101215elpepuvia_1/Tes?id_externo_rsoc=toolbar-rs-001-twi