A veces cuesta mucho escribir, dejarse llevar por la corriente de las palabras.
A veces el escritor se refugia en la obra ya hecha, en lo sólido y conseguido, y teme lanzarse a la corriente del río / ponerse a trabajar en un nuevo libro.
Varios proyectos me rondan ahora la cabeza y no sé por cuál decidirme. No acierto a adivinar cuál es el sendero que debo seguir. Acabo de despertar en la penumbra.
De lo único que estoy seguro es que tengo que volver a la palabra escrita y leída, ya que forma parte de mi oficio.
Para dar fruto (libros) hay que dedicar mucho tiempo a la escritura pausada y silenciosa.
Hay que engrasar de nuevo las piezas de la pesada máquina verbal, convertirlas en líquido.
Otras veces, sin embargo, escribir parece fácil: basta con dejarse llevar, con apretar un interruptor imaginario.
Hoy, por desgracia, no es un día de esos.
A veces el escritor se refugia en la obra ya hecha, en lo sólido y conseguido, y teme lanzarse a la corriente del río / ponerse a trabajar en un nuevo libro.
Varios proyectos me rondan ahora la cabeza y no sé por cuál decidirme. No acierto a adivinar cuál es el sendero que debo seguir. Acabo de despertar en la penumbra.
De lo único que estoy seguro es que tengo que volver a la palabra escrita y leída, ya que forma parte de mi oficio.
Para dar fruto (libros) hay que dedicar mucho tiempo a la escritura pausada y silenciosa.
Hay que engrasar de nuevo las piezas de la pesada máquina verbal, convertirlas en líquido.
Otras veces, sin embargo, escribir parece fácil: basta con dejarse llevar, con apretar un interruptor imaginario.
Hoy, por desgracia, no es un día de esos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario