Durante unas horas - dos encuentros con alumnos de 1º y 2º de ESO del instituto J.L.L. Aranguren- los lobos surgidos de mi fantasía e imaginación han abandonado las páginas de los libros y han corrido libres por las aulas y entre los pupitres.
Este tipo de encuentros son siempre enriquecedores. No sólo para los chicos que asisten a ellos, sino también para los escritores. Las preguntas, que de forma más o menos espontánea formulan los muchachos, siempre te hacen reflexionar sobre tu obra y sobre la labor de escribir. Los chicos se fijan en todo. No son lectores tan pasivos, como tantas veces falsamente se cree.
Por cierto, es la primera vez que he tenido que RE-FIRMAR un libro.
Lo mejor es lo que nos reímos junto con ellos, pues aún siguen contando con una inocencia y sencillez que envidio de verdad. ¡Qué buenos momentos!
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