lunes, 13 de septiembre de 2010

SEGUNDO VUELO EN MARCHA

De vuelta de vacaciones, descubro por sorpresa y con alegría que se ha ordenado, durante el pasado mes de agosto, la 2ª edición de mi libro Donde vuelan las águilas (Palabra, 2008).
El escritor siempre teme que nadie oiga sus palabras, que sus libros no gusten, que sus historias imaginadas se encuentran lejos y apartadas de los demás.
Una segunda edición quiere decir que el libro todavía sigue vivo, que hay más lectores que lo esperan sin saberlo, que la botella lanzada al mar continua con su incierta singladura por el mar.
Dos años tardé en que alguna editorial se interesase por el manuscrito de la novela; y otros dos años, menos angustiosos, ha tardado en publicarse esta nueva edición.
¡Ojalá no sea su último vuelo!

viernes, 10 de septiembre de 2010

CON PERMISO DE GARCÍA MÁRQUEZ

Cuando el coronel Aureliano Buendía se enteró de que había recibido una carta urgente, venida expresamente de la Capital, no se hallaba frente al pelotón de fusilamiento como él hubiera deseado, ni levantando revoluciones imposibles por los cerros de Macando.En realidad, se encontraba en el porche de su casa desmoronada, viendo atardecer sentado en una hundida silla de mimbre.
Cuando el coronel Aureliano Buendía rasgó el sobre oficial para leer con avidez su interior, todavía tenía esperanza de que el gobierno se acordara de él y de los otros viejos oficiales que habían combatido a su lado. Pero ahora todos eran viejos, ancianos olvidados, unidos en la misma soledad.
Cuando el coronel Aureliano Buendía leyó con dificultad las primeras líneas del escrito, redactadas en un lenguaje técnico y endemoniado, la misiva le pareció un jeroglífico imposible de descifrar, como los mensajes cifrados de las nubes rojas del atardecer.
La carta le mantenía el tratamiento de coronel - y eso le agradó, ya que hacía años que nadie le llamaba así. Se sintió de nuevo poderoso e importante, como un gallo de pelea en medio de un ardiente coso de arena. Pero él tenía las plumas desgastadas y sin brillo, y desde hacia tiempo había perdido el brío para pelear como en sus tiempos de fiero militar.
Siguió leyendo la carta, ajustando su cansada vista a los rectos renglones gubernamentales, pero no se hablaba en ninguna parte de la pensión, ni de la entrega inmediata de ninguna cantidad de dinero.
De repente, se sintió más solo y desgraciado, como arrojado a la suerte del destino, como el sangrante Sol que declinaba tras los cerros de Macondo.
No sólo el gobierno le rechazaba, sino también la fría noche que crecía a sus espaldas.

lunes, 6 de septiembre de 2010

LA NOCHE DE LOS TIEMPOS



De todos los libros que he leído durante el verano, la novela que me ha parecido mejor y más interesante ha sido, sin duda alguna, La noche de los tiempos del escritor Antonio Muñoz Molina.
Aquí no voy a hacer una reseña detallada del libro, ya que hay muchas publicadas en Internet y, además, realizadas por críticos de prestigio. Aquí sólo quiero compartir lo que la novela me ha aportado como lector y, por supuesto, lo que he aprendido de él como escritor.
El descubrimiento más importante que he hecho es este: narrar no consiste tanto en desarrollar unos sucesos dinámicos y sucesivos en un centenar de páginas, sino en detenerlos con morosidad y emoción, en dilatar el tiempo, casi como si fueran fotografías en blanco y negro o estáticos fotogramas de una película. Desde esta perspectiva, la gran extensión de la obra no es un defecto (como algunos indican), sino un mérito del autor, quizás el mejor narrador vivo en nuestra lengua.
Por otra parte, el libro también hace un uso magistral de los tiempos verbales. Aunque la historia sucede en épocas pasadas (hace más de 70 años), casi toda la novela está narrada en presente. Un tiempo presente que - como dice el propio autor- es el tiempo del miedo, de lo que se hace simultáneo e intenso en un corto viaje por tierras americanas, en un tren que parece no avanzar ni llegar nunca a su destino.
También me han sorprendido gratamente los fragmentos exclusivamente dialogados - por ejemplo, la última discusión de los protagonistas-, donde la maestría del autor hace avanzar la historia únicamente con la voz desnuda de los personajes.
Al final del libro, además, Muñoz Molina introduce de forma sorprendente la narración en futuro. Pero no utiliza este tiempo verbal para narrar un hecho hipotético o posterior, sino para describir lo que todavía no ha sucedido a los personajes, pero a la vez - desde nuestra perspectiva de lector- ya ha sucedido ("Pero ese momento no ha llegado todavía, pertenece a un tiempo aún inexistente, al futuro de dentro de unas pocas horas").
Muñoz Molina no es muy amigo de la narración lineal, pero el libro se lee sin dificultad a pesar del desorden temporal que presenta. La novela tiene toques modernos y contemporáneos. Sin embargo, la extensión de la misma, el amor por los detalles y las enumeraciones prolijas, el tema del adulterio o las escenas de guerra, nos recuerdan a los grandes novelistas del siglo XIX o del XX.
Pero quizás lo más interesante del libro sea el punto narrativo elegido. A lo largo de la novela se superponen varias voces o perpectivas: la ausencia de narrador, un narrador en tercera persona tradicional y otra voz, mucho más misteriosa, en primera del singular.
¿Quién es esta voz que lo ve todo? ¿De quién se trata?
Según lo veo yo, esta voz no es otra que la del propio autor, que imagina hasta el límite lo que sucede, el que agotado de su esfuerzo por novelar nos entrega el relevo para que sigamos imaginando el destino de sus personajes perdidos en la noche como en un pozo, en unos tiempos oscuros y neblinosos, que sólo la memoria de los lectores puede evitar que se olviden.

lunes, 23 de agosto de 2010

LOS NUDOS DEL TAPIZ



Una obra literaria, como cualquier tapiz colgado en las paredes de un museo, puede mirarse de dos maneras distintas: por el lado de la trama de hilos o del dibujo que forman. A la mayoría de los visitantes/ lectores, por supuesto, sólo les interesará el lado visible, el del dibujo donde resplandece la belleza. Sin embargo, al artista/escritor le interesará mucho más el envés, el lado que no se ve expuesto y a la vez sostiene los hilos que conforman la obra.

Los nudos del tapiz no son sólo técnicas o artificios heredados de una tradición, sino que están hechos también con el sudor y la sangre del artista. Por ejemplo, en la poesía de Miguel Hernánzdez los nudos del tapiz son tan gruesos y visibles, que llegan incluso a borrar el dibujo que crean. Góngora podía componer los más bellos dibujos amorosos del Barroco, pero nos dejan fríos...¿por qué?

El misterio de la obra literaria radica más en el envés, en el trenzado de esos nudos, que en la forma del dibujo. Nudos que abren heridas y cortes en los dedos, que no deben realizarse de una manera mercantil o mecánica, sino como un artesano que cuida con esmero cada hilo que anuda entre sus manos.

lunes, 16 de agosto de 2010

LA ISLA DE HIELO


A veces la página de un blog se parece mucho a una isla de hielo, que se mueve bajo la mirada de nadie, por un mar invisible. Las olas oscuras se encrespan a sus costados, le lamen con su sal corrosiva, mientras que la luna le anuncia su muerte, cubriéndolo con su luz mate y amarillenta de naipe. Pero el iceberg sigue avanzando con lentitud, derritiéndose a cada paso, a cada impulso, como las palabras que un tartamudo no termina nunca de pronunciar en los labios.

A veces la escritura se tiñe de cansancio y de desánimo, de hielo malsano. A veces escribir nos sumerge en nuestro vacío, como una manos ansiosas que no encuentran nada en los bolsillos.

El escritor comienza donde terminan sus libros. La escritura siempre es la palabra siguiente, la que no está dicha, la que nos amenaza con su fracaso, con no conseguir nunca su forma definitiva.

A veces escribir se parece mucho al final del verano, cuando las playas se quedan desiertas y el viento en remolinos nos recuerda el frío como un negro heraldo.

En la noche marítima, la isla de hielo continua avanzando por el mar invisible. Sabe que su dicha es entregarse, dejar de ser hielo blanco, para acabar formando parte del oscuro mar que, con su áspera lengua, le lame y le derrite.

lunes, 9 de agosto de 2010

LECTURAS DE VERANO

Por sorpresa, he descubierto en Internet varias listas con recomendaciones de lectura para el verano en las que se incluyen algunos libros míos - La herida del oso pardo (Palabra, 2010) y Días de lobos (Bruño, 2010)-, publicadas durante la primavera pasada.
Recomendar un libro es una cuestión delicada. Supone descartar unos por razones más o menos objetivas o caprichosas, y apostar por otros. No se trata de hacer justicia, sino de mostrar unos gustos.
Estas listas de verano, como las que preparan los profesores para sus alumnos, son importantes para animar a la lectura a los chicos y chicas. Creo en ellas mucho más que en los planes fastuosos de los ayuntamientos, diseñados por concejales de cultura que no cogen un libro ni en pintura.
Estas listas de libros, realizadas muchas veces por bibliotecarios anónimos,suelen ser discretas, amplias, variadas, hechas con mimo. Os dejo el enlace de algunas de ellas:

www.bibliotecaspublicas.es/alicante/publicaciones/verano10_juvenil.pdf

www.issuu.com/.../guia_de_lectura_verano_2010_ies_vega_del_guadalete

www.fomento.edu/imgeditor/infantil%20y%20juvenil_verano10.pdf

miércoles, 4 de agosto de 2010

EN FRANCÉS


No es fácil que una editorial se interese por el manuscrito de un autor, sobre todo si su nombre no es muy conocido; pero mucho más difícil todavía es dar el salto, es decir, que una editorial extranjera te lea con detenimiento, te traduzca con cuidado y te incluya en sus colecciones.
Dos de las biografías noveladas por mi amigo Julio César Romano, acaban de ser publicadas en francés, en Édicions de l´Emmanuel.
Me alegro mucho por Julio César, porque su trabajo nocturno y silencioso de tantos días se lo merece.
Además, la edición de las novelas está muy cuidada, signo de que la editorial valora y respeta el trabajo del escritor. Todos sabemos que eso no ocurre siempre.

¡Enhorabuena, Julio¡
Estoy seguro de que no será la única lengua en que se traduzcan tus libros.