viernes, 23 de septiembre de 2011

UN ANTICIPO

Os dejo el primer capítulo de mi novela "La Espiral de los Sueños", que sale - si todo va bien- el mes que viene a la venta (Editorial Palabra / Colección Mochila de Ástor). A ver qué os parece el arranque:



11.EL BÚNKER DE LA GUERRA

-¡Mira allí! – dijo Gonzalo, quitándose los rizos de las gafas.

Manuel giró el cuello noventa grados y dirigió la mirada hacia unas rocas de granito, cubiertas de musgo y de hierbajos, que se alzaban al borde del camino, formando una derruida atalaya.

-¿Qué quieres que vea?
-Allí, junto a los espinos.

El joven aguzó aún más la vista. Localizó los arbustos que decía su amigo y luego, camuflada entre las piedras, vio una pequeña construcción circular, con dos ventanucos estrechos y alargados. Tenía forma de iglú, pero el tejado de mampostería era completamente plano.

 -¡Es un búnker… de la Guerra Civil! – exclamó Manuel, con cara de asombro.
-Sí, eso parece - contestó su amigo-. No sabía que aquí hubiera uno… ¡Vamos a explorarlo!
-¿Y la excursión?
-No te preocupes, tenemos todo el día para llegar hasta el pico de La Peñota. No se va a mover de su sitio, te lo aseguro.

Los dos muchachos se apartaron de la pista de tierra, saltaron una tapia de piedras sueltas y comenzaron a recorrer un prado en fuerte pendiente, cubierto de escarcha en las zonas de sombra.  

Al alcanzar la base de las rocas, Gonzalo se quitó la mochila de la espalda y empezó a escalar con agilidad entre los peñascos. Las rugosidades del granito, como diminutos garbanzos, le ayudaron a ascender más deprisa por la pared escurridiza.

Manuel, en cambio, no se atrevió a escalar entre las grietas. Dio un amplio rodeo por el prado, hasta que  halló un alargado pasadizo que ascendía entre las rocas. Era una especie de trinchera abandonada, que conducía a la entrada de la fortaleza dando una curva pronunciada.

Cuando llegó a la puerta del búnker, Gonzalo ya estaba subido en el techo contemplando el paisaje ensimismado. Desde allí, la panorámica de la sierra del Guadarrama era impresionante. Se podía ver toda la línea de montañas, que se extendían como un alargado cordón desde el Alto del León hasta el puerto de Navacerrada. La nieve de las lomas, bajo la luz roja del amanecer,  parecía un inmenso río de sangre.

-       Baja, Gonzalo…Vamos a ver lo que hay dentro.

Manuel inclinó la cabeza y, sin esperar a su amigo, se introdujo en el fortín. Su interior era bastante humilde. La sala circular, de ocho o diez metros de diámetro, no poseía ningún mobiliario. Además, apenas había luz, el suelo estaba encharcado y olía intensamente a humedad. Un minuto después, Gonzalo entró por el vano de la puerta.

-¡Aquí huele fatal!- dijo, tapándose la nariz con los dedos.
-¡A muerto!- bromeó su amigo.

Lentamente, los dos muchachos comenzaron a explorar la fortaleza. En algunas partes, tenían que agachar la cabeza para no darse con las piedras sueltas, salientes del techo. Sus ojos se fueron acostumbrando paulatinamente a la penumbra.

-¿Qué será esto?- preguntó Manuel señalando un hierro oxidado, con forma de escarpia, al lado de los ventanucos.
-Parece un gancho para sujetar un arma, quizás una ametralladora- respondió Gonzalo, moviendo el hierro de un lado para el otro.
-¿Y tú cómo lo sabes?
- Seguro que no lo usaban para colgar la ropa sucia.

Con curiosidad, Manuel se asomó por una de las troneras que daban al exterior. Una espesa nube grisácea, procedente de la otra ladera de la montaña, se estaba aproximando de forma amenazadora. A su lado, Gonzalo seguía rastreando la pared con la yema de los dedos.

-¡Aquí hay unos nombres escritos a lápiz!

Manuel dejó de mirar la nube por el ventanuco y se reunió con él. En la penumbra, costaba bastante descifrar lo que ponían las letras. Algunas inscripciones sólo eran siglas borrosas, semejantes a las que graban los enamorados en la corteza de los árboles, pero otras parecían nombres completos de persona.

-Creo que aquí pone Lucas…O tal vez, Lucía- dijo Manuel.
-¿Quién lo habrá escrito?- preguntó Gonzalo.
-¡Vete a saber!... Puede que cualquiera que haya pasado por aquí, pero también algún soldado que luchó en este búnker.
-Este sitio me da muy mal rollo. Me está agobiando. Si no te importa, me voy afuera.

Manuel, sin embargo, se quedó dentro del búnker y siguió examinando los signos escritos en el muro. La caligrafía era grande y redondo, parecida a la de un viejo maestro de escuela. Después de un buen rato, no le cabía ninguna duda. Sobre la pared estaba escrito el misterioso nombre de una mujer: Lucía Marzal.  

Finalmente, Manuel salió del fortín y recorrió un tramo de la trinchera excavada en la roca. Miró al cielo y descubrió que la espesa nube había ocultado el sol. En su lugar una luz espectral, quizás de ultratumba, se había extendido por el valle como una sábana de plata. El muchacho buscó a su amigo con la mirada, pero no lo vio por los alrededores. Era como si se lo hubiera tragado la tierra.

- Deja de hacer el tonto, Gonzalo... ¿Dónde te has metido?

 Sólo una ráfaga de aire le contestó.
El tiempo estaba cambiando de forma brusca. De golpe, la temperatura había bajado varios grados centígrados. Un fuerte viento se había levantado y agitaba las copas de los árboles.

-¿Dónde estás, Gonzalo? – gritó esta vez con angustia.

Nervioso, Manuel se subió a lo más alto de una roca. Desde allí descubrió a su compañero unos metros más abajo, en mitad de la pradera cubierta de escarcha. Estaba charlando con un anciano de unos ochenta o noventa años, un tanto extravagante.

El hombre llevaba puesto un anorak blanco, bastante rozado por los costados, con una estrella roja de seis puntas en el pecho. También vestía un pantalón del mismo color y unas botas de cuero muy desgastadas. Entre las manos, deformadas por los años, sujetaba unas viejas tablas de esquí, fabricadas de una sola pieza de madera.

-¿Con quién hablas?- le preguntó Manuel - ¿De dónde ha salido ese hombre?

Pero su amigo continuaba sin contestar. No se atrevía. Tenía la cara pálida, totalmente desencajada, como si acabara de contemplar la visión de un fantasma.





6 comentarios:

  1. Muy bueno el comienzo. Tengo ganas de tener el libro ya.

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  2. Gracias, César.
    Lo del libro depende de la editorial. Me dijeron que salía en octubre.
    Cuando lo tenga, te lo envío. No te preocupes.

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  3. ¡Enhorabuena, Miguel, por la publicación de esa sugerente espiral! Es verdad que es un placer inmenso recibir cada nuevo libro publicado, nuevecito y con el olor de la imprenta aún; se materializa tu obra y es como si cobrara vida propia, ¿verdad? Un saludo, S

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  4. Gracias, Susana, tienes razón.
    Cuando se recibe un nuevo libro publicado, el escritor se alegra mucho, casi como si tuviera un hijo.
    Sin embargo, se produce también un raro desajuste o desdoblamiento.
    Sabes que el libro es tuyo, pero parece que lo ha escrito otro. Un escritor que a veces eres tú y otras no.

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  5. El comienzo es interesante y, la verdad, dan ganas de continuar con la lectura. ¡Me apuntaré el título!
    Enhorabuena por la publicación, de veras.
    ¡Muchos saludos!

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  6. Gracias, Ylenia, por tu comentario y por detenerte en mi página para leer el arranque de mi último libro.
    Espero que el resto de la novela también te guste.
    Un saludo.

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