viernes, 21 de noviembre de 2014

MATILDA, UNA NIÑA-ADULTO

MATILDA
de ROAL DAHL


Siempre es un placer releer el libro de Matilda, el clásico infantil de Roal Dahl.
En su divertida novela, el autor británico crea un personaje inolvidable, de los que dejan huella. Una niña de cinco años brillante, inteligente y con poderes paranormales (capaz de mover, por ejemplo, objetos con al mente)... Sí, difícil de olvidar.
Esa encantadora niña, sin embargo, vive con unos padres mediocres y repulsivos, que no saben valorar la delicada joya que tienen entre sus manos.  Solo al llegar a la escuela, la angelical señorita Honey se dará cuenta del talento de Matilda y apostará ciegamente por ella.
Como otros héroes infantiles (pienso, por ejemplo en Pipi Lastrum), Matida es fundamentalmente una defensora de los niños, sobre todo de sus compañeros de colegio más débiles. Además, Matilda es una niña-adulto, capaz de comprender lo que muchos mayores ni siquiera se plantean.
Quizás eso explique  por qué sus enemigos o antagonistas sean adultos-deformes o inmaduros, (como su padre únicamente ocupado en estafar con su negocio de coches o su madre únicamente pendiente del bingo y de su "look").
Sólo desde esa perspectiva se puede entender que una hija castigue a sus padres o que una alumna se burle de la directora de su colegio. Esa transgresión moral es lícita en el libro porque algunos adultos, con su estupidez  humana, atentan contra la esencia  de los niños, educándolos mal o simplemente no atendiéndolos como se merecen.
Mediante el humor y la ironía, Roal Dahl nos regala un relato moral sobre la educación en la infancia.  No hay nada peor que unos padres estúpidos o un maestro que no ame los libros.
Esto es lo que he aprendido hoy de mi nueva lectura del libro de Matilda.

domingo, 28 de septiembre de 2014

METRO 2033: SUPERVIVENCIA


Normalmente, el concepto de LIJ se entiende como aquel conjunto de obras dirigidas al público infantil o juvenil, pero pocas veces como la literatura escrita por jóvenes o adolescentes también dirigida para jóvenes o adolescentes. Este es el caso de "Metro 2033: Supervivencia" (Neverland, 2014), la primera novela publicada por Miguel del Pozo con tan solo 13 años.
La obra está basada en la novela homónima "Metro 2033" del autor ruso Dmitry Glukhovky, de la que el joven autor se declara admirador. El libro parte de la historia de los supervivientes de una guerra nuclear que ha devastado el mundo, refugiados para sobrevivir, en la red del metro. En cada una de las estaciones, convertidas en pequeñas ciudades Estado, sus habitantes se agrupan en torno a las más diversas ideologías, religiones o movidos por un único objetivo: impedir una invasión de las criaturas mutantes del exterior. El propio Glukhovsky animó a escritores de todo el mundo a que crearan sus propias historias y así se han editado libros a partir de la saga Universo 33 en diferentes países como Italia, Reino Unido, Rusia, Ucrania... y ahora España con el libro de Miguel del Pozo.
En la versión española, una serie de ataques nucleares ha acabado con la España que conocemos. El joven Ulises tendrá que luchar por sobrevivir en un mundo repleto de mutantes, criaturas extrañas y humanos de poco fiar. Su suerte cambiará cuando conoce a un grupo de personas que le invitan a unirse a él para llegar hasta la isla alicantina de Tabarca. Ese es el único lugar libre de radiación del país. 
Al leer el libro, el lector descubre con agrado las dotes narrativas e imaginativas de su autor, sobre todo pensando en la corta edad que posee. El valor de la novela no radica tanto en sí misma, sino en lo que se vislumbra detrás de ella: un apasionante lector de libros de fantasía (El señor de los anillos, Juego de tronos...) y la pluma  de un futuro gran escritor de novelas de ciencia-ficción.


lunes, 8 de septiembre de 2014

EL CHICO DE LAS MANOS AZULES

EL CHICO DE LAS MANOS AZULES
ELIACER CANSINO
PARALELO CERO Nº 76
BRUÑO 2014

Como ocurría en la novela "Una habitación en Babel", Eliacer Cansino elige el drama de la inmigración como motivo central de su último libro, El chico de las manos azules (Bruño, 2014).
En esta ocasión, el protagonista de la historia es Franz, un joven de origen bosnio, que acaba de llegar a España huyendo del horror de la guerra desatada en su país. Gracias a Illia, un músico que se cruza en su camino, logra finalmente conseguirlo.
Pero la nueva tierra de acogida (en concreto la ciudad de Fuenlabrada, al sur de Madrid) no es un lugar paradisiaco, sino más bien todo lo contrario: un territorio hostil y duro, donde no es fácil adaptarse. El joven Franz no sólo deberá luchar contra la miseria y la marginación, sino también contra las mafias que pretenden controlar su vida.
La novela no sólo ofrece aventuras y entretenimiento, sino numerosos temas para la reflexión: la lucha por la vida, la soledad, la superación personal, la recuperación de la dignidad perdida, los desastres de la guerra,...
Una novela interesante, sin duda, de la cual me quedo, sobre todo, con una cita que la madre del protagonista le repetía de pequeño:

"Cuando alguien te haga un favor, devuélvelo con creces. Un favor es una llave para pasar una puerta, y no debes olvidar que pasaste por ella gracias a esa llave".

martes, 2 de septiembre de 2014

LA "VUELTA AL COLE" EN CLAVE DE LIJ


La "vuelta al cole" no es un asunto menor o baladí para los escritores, por los menos, para los que nos dedicamos a la literatura infantil y juvenil (LIJ).
La vuelta al colegio es la época del año en la que miles de estudiantes regresan a las aulas, pero también es el momento en que se eligen cientos de lecturas para clase, que esos mismos alumnos realizarán durante el curso.
La LIJ todavía depende de ese público o mercado escolar. De hecho, la mayoría de los títulos que se publican forman parte de catálogos diseñados especialmente para colegios o para bibliotecas de aula.
Negar esto - creo yo- supone negar la misma realidad de la literatura infantil en España.
Por eso, al llegar estas fechas, los escritores LIJ cruzamos los dedos.
Hay cientos de autores y miles de libros, pero...¿habrá algún profesor o maestra que se fije en alguna de nuestras obras?
¿Las adoptaran y las cuidarán  durante el curso como deseamos?
¿Los alumnos las leerán con entusiasmo?
Ya sé que algunas de mis obras han tenido la suerte de ser elegidas en varios colegios e institutos de Madrid, Fuenlabrada, Valle de Arán... Sin embargo, ¿hasta dónde volarán mis libros este curso? ¿En qué manos, todavía desconocidas, se posarán?

martes, 26 de agosto de 2014

ERA VERANO


No recuerdo muy bien todo lo que pasó esa tarde. De lo único que sí estoy seguro es que era verano y hacía mucho calor.
Tumbado en la cama de mi cuarto, sólo deseaba que pasara la maldita hora de la siesta cuanto antes. En el otro extremo de la casa, el grifo de la cocina no dejaba de gotear contra el fregadero de aluminio. No tenía ganas de ir a cerrarlo. Cansado, sólo tenía fuerzas para dar vueltas de un lado a otro de la cama buscando un poco de alivio. Además, el aire acondicionado se había estropeado unos días antes y todavía nadie había acudido a arreglarlo, a pesar de las innumerables llamadas y gestiones que había hecho. Por eso, el aire de esa tarde era caliente y denso. En cada bocanada parecía escondida una llama de muerte.
Entre sueños, me pareció oír el chirrido de una llave, quizás en la puerta de la entrada. Alguien la había abierto sin mi permiso. Al cerrarse contra el marco, la madera retumbó secamente, imitando el sonido de la tapa de un ataúd. 
No esperaba a nadie a esas horas y me asusté. Intenté salir de las sábanas que me tenían atrapado como un gusano de seda, pero no pude escapar de mi propia trampa. Me quedé inmóvil, rígido, igual una momia.
Al poco rato, escuché unos pasos en el alargado pasillo. Si mi mente no me engañaba, se dirigían al cuarto de estar. Allí los pasos se detuvieron, quizás para dejar una pesada bolsa en el suelo. Luego los pasos continuaron hacia la cocina. El ruido del agua contra el fregadero de aluminio continuaba escuchándose de fondo. Las gotas me sacaban de quicio. El desconocido abrió el frigorífico y después sacó algo de él. Al poco rato se escuchó un ruido estridente. Una lata de refrescos acababa de abrirse, regando el ambiente de diminutas burbujas de aire.
Tumbado en mi cuarto, no sabía cómo afrontar la situación. Estaba muy nervioso. Desconocía por completo lo que estaba pasando. Pensé que lo mejor era ser prudente. No moverse mucho. Sí, esperar en silencio a ver lo que pasaba.
Entre tanto, los pasos se acercaron al cubo de la basura y tiraron la lata vacía. El grifo del fregadero seguía goteando insistentemente, de forma mecánica. Al desconocido parecía no molestarle, como si no las escuchase. Después las pisadas se empezaron a oírse de nuevo en el pasillo. Primero en dirección al cuarto de estar y luego, de forma inesperada, hacia la habitación en la que me hallaba.
Mientras se  aproximaban, el sonido de los pasos se mezcló con el de las gotas de agua. Tumbado en la cama, sudaba con profusión, sobre todo en la frente y en la espalda. Tenía las piernas tensas, a punto de partirse. Los pasos, en cambio, avanzaban ligeros, serenos, como si tuvieran vida propia. 
Antes de que me quisiera dar cuenta, los pasos se detuvieron a la entrada de mi cuarto, giraron despacio el picaporte de metal y dejaron la puerta abierta. Luego alguien entró despacio en la habitación.
Entonces pude verlo con claridad. no podía creer lo que me estaba pasando. Tendido sobre las sábanas, se encontraba alguien muy parecido a mí. Quizás yo mismo. Estaba rígido, sin expresión, como un animal muerto. ¡ Vete tú a saber desde cuándo!
Ya no puedo explicar más. Había entrado en un sueño profundo y extraño, del que era difícil despertar.
Recuerdo que era verano y hacía calor... Había un grifo goteando en la cocina... 
No puedo recordar mucho más.

martes, 5 de agosto de 2014

EN EL ANDEN 9 3/4


Hace unos días, al pasar por la estación de Kings Cross en Londres, presencié un hecho insólito (que para muchos, simplemente, forma parte de la vida cotidiana).
Ya desde el metro se notaba el ambiente. Decenas de adolescentes ceñidos con la camiseta de Harry Potter se dirigían con ansiedad hacia el famoso andén 9 3/4, imaginado con acierto por J. K. Rowling. Ataviados con gorros y bufandas, a pesar de los 30 grados que hacía, parecían hinchas de fútbol acudiendo a una final decisiva.
Al llegar a la estación, vi gente con maletas de colores, policías con perros pendientes de la seguridad, peatones caminando deprisa hacia un destino desconocido, quioscos de prensa, puntos de información, carteles luminosos anunciando las salidas y llegadas de los trenes... Sin embargo, en uno de los laterales, había también una cola inmensa de personas, ataviadas con cámaras fotográficas y teléfonos móviles. El público era muy variado. Había niños con sus padres, parejas de novios, turistas curiosos, grupo de teenagers... Me llamó la atención la gran cantidad de personas sonrientes que rondaban los treinta años. Todos querían retratarse en el famoso andén, en la puerta hacia Hogwarts y la magia.
Mientras observaba cómo la gente alborozada se hacía sus selfies graciosos, pensé en qué fuerza poderosa los había arrastrado hasta aquí (igual que a mí).
Lo que estaban presenciando no era real. No existía, salvo en el mundo de la imaginación y de los libros. Ni siquiera el célebre andén 9 y 3/4 se encontraba en su lugar, sino que estaba reconstruido frente a una pared de ladrillos sucios en el vestíbulo.
Siempre ha sido muy fuerte la tentación de confundir realidad y fantasía. Lo irreal necesita tomar cuerpo, adquirir solidez. De la misma manera, que lo real necesita hacerse sueño y promesa. Perder su consistencia.
Aunque el andén 9 y 3/4 no exista, es el más importante de la estación de Kings Cross. Al marcharse  de allí, uno siente nostalgia de un viaje que no ha realizado.
¡Ojalá pudiéramos atravesar ese muro y llegar a la fantasía!

martes, 22 de julio de 2014

EN LA TORRE MARSAL


Una de las escenas más importantes y emotivas de mi novela juvenil "La espiral de los sueños" (Palabra, 2011) transcurre aquí, en la Torre Marsal, situada en el pueblo de Los Molinos (Madrid). Como veis en la fotografía, se trata de un precioso edificio modernista a las afueras del pueblo, en la colonia de los veraneantes, por donde antes pasaba la cañada real. Sin duda, un "rara avis" dentro de las construcciones de la sierra madrileña.  
Cuando era pequeño y montaba en bicicleta por los caminos de tierra, siempre me detenía a la puerta de esta casa y la contemplaba desde fuera un buen rato ensimismado, dejando volar la imaginación.
¿Quién viviría allí dentro?
¿Qué historias y secretos ocultarían sus muros de granito?
¿Qué se vería desde ese original y curvado mirador?
El pasado domingo, gracias a la generosidad de Esther Bonifasi y de su familia, muchas de esas preguntas se contestaron por si solas.
Además, descubrí que lo mejor de una casa no son sus muros o sus suelos, sino la gente que la habita y la sostiene con su vida.
 Muchas gracias por  todo. Fue una visita muy entrañable para mí y  para toda mi familia.