A veces los escritores no sabemos qué historia ponernos para salir a la calle. Abrimos el armario de los argumentos, repleto de viejos mitos y leyendas, y no hallamos ninguna trama que nos guste, que nos quede bien frente al espejo, que se ajuste a lo que buscamos.
Después de mover frenéticamente las perchas de un lado para otro, como una mujer obsesiva que se prepara para una fiesta de gala, por fin escojo una idea sobre la que puedo escribir mi próximo libro. Todavía es sólo un embrión, un sueño borroso, que carece de forma definida. Se trata de un argumento realista, protagonizado por un delincuente que logra salir del Infierno donde sin querer ha caído.
Sin embargo, me doy cuenta de que la historia me queda estrecha, que me molesta en los hombros y en las mangas, y tengo que abandonarla al cuarto capítulo.
Desorientado, también nervioso y desanimado, pienso rápidamente en otra historia. Busco una camisa más a la moda, con rayas elegantes y personajes de diseño. Pero después de encontrar la prenda al final del armario, en el apartado de historias paranormales, pronto me doy cuenta de que tampoco es lo que busco.
Entonces, a punto de tirar la toalla, echó una mirada a mis viejas ropas, a las que estaban guardadas en un cajón, a las que llevo tanto tiempo sin ponerme.
Con sorpresa, me las pruebo y descubro que son de mi estilo, modesto y quizás demasiado sencillo, pero en el que me siento cómodo.
Ya sé sobre lo que voy a escribir.
A Tito y a Sofía, los protagonistas de mi novela Días de lobos, les espera una segunda parte, una nueva aventura, un nuevo e inquietante misterio que resolver.
El lector también se da cuenta de que el traje no nos sienta bien. Si nuestra realidad es la que sale a flote, entonces las palabras fluyen. De otro modo, se diluyen.
ResponderEliminarOK, Julio.
ResponderEliminarMe gusta eso de que se diluyen las palabras (o los trajes con los que jugamos a disfrazarnos de escritores).
Me alegra saber que habrá una segunda parte de Días de lobos, una novela que me encantó. Gracias por seguir regalándonos historias que nos hagan sentir vivos. Las necesitamos.
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